MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 23: LONDRES 2012, EL FINAL MÁS IGUALADO DE LA HISTORIA EN TRIATLÓN
Muchas veces nos asombra que carreras que pueden llegar a durar horas se decidan mediante una photo-finish. Resulta particularmente duro perder un oro olímpico por una cuestión ni siquiera milimétrica. No abundan en competiciones que no se deciden en segundos -como las carreras de velocidad del atletismo-, por eso cuando ocurre, cuando hasta llegar a la línea de meta se ha sudado de lo lindo, escuece especialmente que, llegando a la vez, no se gane el oro. Y si no, que se lo digan a la sueca Lisa Nordén.
La carrera en cuestión en la que nos vamos a centrar fue la final femenina del triatlón de los Juegos de Londres 2012. En todas las finales olímpicas celebradas hasta entonces no se dio ni de lejos ese problema, porque las ganadoras lo habían hecho con más de un minuto de ventaja. El día de marras -4 de agosto- había amanecido nublado y algo fresco en Londres. Y para fresca, el agua del lago de Hyde Park donde se desarrollaría el segmento de natación. A las triatletas no les quedó más remedio que ponerse el traje de neopreno, que las protegería de la ligeramente escasa temperatura pero que, por otra parte, les podría molestar algo en el braceo y, sobre todo, en la transición hacia la bicicleta. La británica Hall salió primera del agua, mientras que las protagonistas del emocionante final –la mencionada Nordén y la suiza Nicola Spirig– harían curiosamente el mismo tiempo exacto en ese primer segmento.
El siguiente segmento, el ciclista, suponía la prueba fuerte de la suiza, pero la sueca no le fue a la zaga, igualándola. Como suele pasar, esa parte intermedia no iba a decidir la carrera. Se dice que la natación no gana un triatlón, pero sí puede hacerlo perder y, por su parte, la carrera final a pie es casi siempre la determinante en el resultado final. Lo que sí ocurrió durante el segmento ciclista fue que las gotas de lluvia provocaron algunos accidentes en un resbaladizo circuito, incluyendo el de la medalla de bronce de Pekín 2008, Emma Moffatt.
Durante la carrera final, el terceto que finalmente coparía el podio (el tercer elemento, que ganaría el bronce, era la australiana Erin Densham), continuó unido hasta el mismo final. Entre medias una de las máximas aspirantes -la británica Helen Jenkins- supuso la gran decepción local, al no poder ni siquiera alcanzar la medalla. Jenkins, dos veces campeona mundial hasta entonces (la última el año anterior a los Juegos), había llegado entre las dos primeras plazas en todas las nueve carreras anteriores a esta cita olímpica. La multitud de seguidores británicos presentes en el Hyde Park, pues, se las prometía felices, dispuestos a celebrar otra medalla más del exitoso Team GB, pero lo que muchos no sabían era que la británica venía de una lesión producida en la prueba de San Diego. Los planes de las compañeras de equipo Hall y Holland de ayudar a Jenkins en la parte de natación se vieron frustradas. En la práctica Hall se desentendió de su líder y Holland sufrió un bloqueo por culpa de una caída, que la retrasó.
A la parte final de carrera atlética llegaron con algún tipo de posibilidades de medalla, aparte del trío ganador final, la española Ainhoa Murua, la neozelandesa Andrea Hewitt, Sarah Groff (de Estados Unidos) y la mencionada Jenkins. La primera en perder sus opciones fue Murua y más tarde Groff y Hewitt también perdieron comba, aunque Groff no acabara de descolgarse del todo. Todo se decidió a escasos 200 metros de la línea de meta. Densham, que había dado muestras de fortaleza, no pudo con Spirig y Nordén, que salieron al sprint. La suiza fue la que lo lanzó, pero la nórdica la alcanzó. Ambas acabaron con el mismo tiempo exacto: una hora, 59 minutos y 48 segundos. Curiosamente, sus tiempos del tramo atlético fueron también casi idénticos: 33 minutos y 41 segundos para Spirig y únicamente un segundo más para Nordén. El oro de Spirig iba a suponer la primera medalla para su país en esa edición de los Juegos y la cuarta de Suiza en ese deporte, que había empezado su andadura olímpica solo en tres ediciones anteriores, la de Sídney 2000. La foto mostraba que quizá la diferencia, tras casi dos horas, se limitaba a dos escasos centímetros. Fue tan escuálida la ventaja que se ha calculado que, porcentualmente, en una carrera de 100 metros equivaldría a la anchura de un pelo.
Pero la final no acabó ahí. La delegación sueca reclamó, incluso ante el Tas. No solo eso, primero apelaron ante la ITU no solo el Comité Nacional de Suecia, sino la Federación de Triatlón Sueca. Alegaron que la ITU no había considerado la posición de sendos torsos al llegar a la meta. El Tas no pudo hacer nada porque su jurisprudencia solo le permite intervenir en estos casos cuando ha habido mala fe. Los suecos clamaban que el árbitro al que le tocó tomar la decisión – el húngaro Bela Varga- tomó en cuenta la parte inferior del tronco de las atletas y no el torso y en la foto no se podía apreciar el torso de la suiza, sino su parte inferior –que no debía de haber sido tomada en cuenta-. Para más inri, una segunda cámara que podría aclarar las cosas desde otro ángulo no funcionó. Un final de carrera, en definitiva, único e irrepetible (esperemos, por el bien de la plata).