MOMENTOS OLÍMPICOS MÁGICOS 9: CUANDO GREG LOUGANIS VENCIÓ PESE AL GOLPE CON EL TRAMPOLÍN
El saltador estadounidense de origen sueco-samoano Greg Louganis se presentó en los Juegos de Seúl siendo doble campeón olímpico de las dos modalidades: tanto de trampolín de 3 metros como de plataforma de 10. Era, por tanto, el máximo favorito. Pero lo ocurrido en las series de clasificación para el trampolín de la altura más baja bien pudieron acabar no solo con sus esperanzas de medalla en la basura, incluso con su carrera profesional sino, lo que es peor, con su vida.
Cuando Louganis iba a realizar un doble salto mortal y medio en posición inversa carpado el vigente campeón no se separó lo suficiente del trampolín y lo golpeó con su cabeza, provocando no solo una irrisoria nota de 6.30 puntos, sino sobre todo una aparatosa y espectacular herida. Greg, que entonces lideraba la clasificación con ocho puntos de ventaja, bajó al quinto puesto, con dos saltos aún por realizarse. Pasaban a la final olímpica los doce primeros. Si dejaba de realizar, dado su estado, los últimos saltos, ponía en serio riesgo su clasificación para la final en la que tendría que defender su título.
Greg salió tras ese noveno salto clasificatorio sangrando, pero “con el orgullo más herido que otra cosa”, según afirmaría. Simplemente había oído el sonido de un enorme golpetazo, pero no era consciente del alcance del mismo.
Naturalmente, el saltador fue inmediatamente tratado por un médico, en este caso el doctor James Puffer. Ahí es donde Louganis se paralizó de miedo, al comprobar que el galeno no usaba guantes de látex. El deportista se sentía responsable de decirle que era portador del VIH del SIDA, algo que le fue diagnosticado seis meses antes de la competición olímpica. Ese dato no podía saberlo nadie si quería acudir a los Juegos, puesto que, en la época –recordemos, 1988- no le habría sido permitida la entrada en Corea del Sur. Pero el riesgo a que el doctor Puffer pudiera ser contagiado con la sangre que emanaba de su cabeza destrozó al californiano. Fue ese temor y no los puntos que hubieron de darle lo que hizo que perdiera la confianza en los saltos posteriores, aunque los realizara.
Cuando Louganis atacó su siguiente salto, del mismo tipo pero con tres giros, el público aguantó la respiración. Ello le dio confianza al saltador, quien confesaría sentirse apoyado. Esta vez no falló: conseguiría 87.12 puntos, la nota más alta de cualquier saltador en la fase de clasificación. La ovación fue atronadora. Subió al tercer puesto.
Ese mismo día el saltador y su entrenador fueron a dar un paseo para charlar sobre lo sucedido. Se le comentó a Louganis que no pasaría nada si no se presentaba en la final, si se sentía presionado. “Tú ya has logrado todo en este deporte y tienes muchos récords, no tienes por qué salir si no te sientes mentalizado”, le dijo su entrenador. Greg reaccionó riéndose y comentando que los jugadores de hockey hielo salen a la pista con muchos puntos y él no iba a ser menos.
A la mañana siguiente, sin embargo, Greg Louganis no se encontraba en su mejor momento de ánimo precisamente. Realizó más saltos de lo normal en su entrenamiento para ganar confianza, pero el norteamericano acabaría haciendo historia ese día, pues lideró sin muchos problemas la final…hasta que llegó el noveno salto, aquél que había fallado tan estrepitosamente el día anterior. Pese a los nervios que más adelante reconoció pasar en ese momento, su salto consiguió 76.50 puntos, tomando mayor ventaja respecto al segundo clasificado. Había ganado el oro, repitiendo su hazaña en la plataforma pocos días más tarde. Repetir sus oros le convertía en el único hombre en conseguirlo en la historia de los Juegos en su deporte.
Pero Louganis seguía preocupado por la suerte del médico que le atendió. Sólo en 1995 se atrevió a revelar al mundo su condición médica: “No advertí en su momento al doctor Puffer mi condición porque estaba paralizado, noqueado y avergonzado”. Un año antes de hacerlo público avisó por fin al médico, que realizó un test, resultando negativo. Final doblemente feliz para la historia de un oro olímpico que podía haber acabado con doble tragedia. Louganis bromea ahora sobre el asunto: “Siempre que voy a cortarme el pelo al ver mi cicatriz me recuerdan esa final y el peluquero de turno siempre quiere tocar mi herida”, bromea el campeón.