MERLENE OTTEY: AÑOS ESQUIVANDO EL ORO OLÍMPICO
La considerada estadísticamente mejor velocista de la historia, Merlene Ottey, tiene a sus espaldas una destacable historia. Nacida en una pequeña aldea de Jamaica sin electricidad o agua corriente, cuarta hija de siete hermanos, de niña corría descalza. Se aficionó al deporte de la pista cuando, muy pequeña, su madre le regaló un libro sobre atletismo. También ayudó ver por televisión a su compatriota Don Quarrie ganar el oro en Montreal 76. Cuando ya despuntaba como corredora fue a participar a una competición en la capital de la isla, acompañada de su madre. Como no tenían alojamiento a la señora Ottey no se le ocurrió otra cosa que pernoctar la víspera de la carrera en una comisaría de policía.
La joven Merlene –nacida en 1960- consiguió una beca para estudiar y entrenar en la universidad de Nebraska. Ese sería el punto de inflexión que le permitió convertirse en una atleta profesional. Al año siguiente comenzó su inigualable periplo olímpico y, con él, su primer bronce, en los 200 metros en los Juegos de Moscú 80. A ese bronce se sumarían tantos, hasta el punto de ganarse el apodo de Miss Bronce. La jamaicana, que siempre acudía a la cita olímpica como favorita, como portadora de la mejor marca, nunca consiguió disfrutar del oro.
De sus ¡siete! participaciones olímpicas ha recogido una cosecha de nueve medallas, pero nunca el oro. Sólo en Seúl 88 y en Atenas 2004 se fue de vacío. Se quedó a tan solo 28 centésimas de poder participar en Pekín 2008 y también lo intentó en Londres 2012.
Ese bronce en Moscú del que hablábamos le supuso ser la primera mujer jamaicana en conseguir una medalla olímpica. A su país le ofreció muchas otras medallas: tres platas y seis bronces olímpicos, 14 medallas en Mundiales (tiene el récord de medallas en Mundiales de atletismo), cuatro en los Juegos de la Commonwealth y un largo etcétera, pero llegó un momento en que Merlene y Jamaica se dieron la espalda. Eso ocurrió tras los Juegos de Sidney. La corredora, que contaba ya con 40 años, no se clasificó entre las tres primeras de su país, lo que le impidió participar. Eso sí, lo hizo en el relevo 4×100 que le permitió sumar una plata a su ya abultado palmarés.
Como Merlene llevaba ya dos años entrenando en Eslovenia decidió cambiar de nacionalidad por la de este minúsculo país alpino, lo que le permitió intervenir en Campeonatos de Europa, el último en el cercano 2012 con la meritoria edad de 52 años. Jamaica, que la había considerado como “tesoro nacional”, le había compuesto canciones de alabanza y le había concedido el título de Su Excelencia, la criticó y pasó a significar una rémora para el avance de Merlene en el deporte y Merlene no estaba dispuesta a abandonar su deporte favorito y pasar a ser una “gloria nacional” en vida, sin ejercer sus capacidades en la pista.
Ottey nunca conseguiría el oro olímpico, pero dominó la escena de la velocidad femenina durante las décadas de los 80 y 90 en unos años en los que contaba con la seria competencia de las Florece Griffith, Evelyn Ashford, Gail Devers, Torrance, Privalova de turno y un largo etcétera. Su brillante carrera se empañó fugazmente en 1999, cuando fue sancionada por positivo en un control antidopaje. Le salió el coraje en los tribunales a la ex jamaicana hasta conseguir limpiar al año su expediente demostrando su inocencia, caso prácticamente insólito en el contaminado mundo del dopaje.
Después de tanto tiempo Merlene Ottey sigue conservando la tercera mejor marca mundial en 200 metros (que bien podría ser considerada la segunda porque la antecede la de la probadamente dopada Marion Jones…), mientras que en los 100 metros posee aún la cuarta marca mundial.
Pero con tantas marcas, estadísticas, medallas, lo que nos queda de una atleta como Ottey es su extraordinaria capacidad de sacrificio y entrega, de auténtico amor por un deporte al que ha dado mucho. Sólo con esa dedicación y tenacidad puede haber alcanzado tal longevidad con éxito. Como bien afirma ella misma: “Creo que mi reloj biológico va más lento que el resto”.